ESPAÑA

miércoles, 3 de mayo de 2023

VICIOS OCULTOS





VANITAS 2022
óleo sobre lino
140 x 100 cm.






LA ESTRATEGIA 2022
óleo/tela
100 x 70 cm 

Javier Parrilla





LA SIESTA 2022
óleo/lino
140 x 100 cm

Javier Parrilla





ENSAYO 2022
óleo/tela
61 x 47 cm.

Javier Parrilla






NOCTURNO 2022
Óleo/lino
140 x 100 cm

Javier Parrilla







EMBLEMA II. 2022
óleo/tela
35 x 27 cm





Instalación en Renace Contemporary Art con Cachito Vallés.

Javier Parrilla






Interior con muro azul. 2022
óleo/lino
140 x 100 cm.


Javier Parrilla


OUT OF THE BLUE

 


Javier Parrilla







Javier Parrilla


S.T. (SEV. II) 2021
óleo/tela
201x163 cm

Javier Parrilla


Javier Parrilla


PAISAJE 2020
100x70 cm
Óleo/papel



Javier Parrilla

ATALAYA 2021
óleo/papel
100x70 cm




Javier Parrilla

ALTAR DE CULTOS 2021

óleo/lino
100x73 cm




ESTIGIA 2021
óleo/papel
76x56 cm

Javier Parrilla



ATLÁNTICO 2013
óleo y spray / papel
76x56 cm


Javier Parrilla




BLASÓN 2020
óleo/lino
33x24 cm

Javier Parrilla

 pintura contemporanea


martes, 10 de marzo de 2020

lunes, 9 de marzo de 2020


Últimas voluntades 2019
Galería Fúcares, 45 Aniversario



5 piezas de madera, óleo y esmalte



Una caja puede contener todo nuestro mundo, (recuerdos, emociones, hallazgos), que llegado el momento supone un ejercicio de análisis y reducción de lo que somos. La mudanza o el viaje son estados de ánimo y llevamos con nosotros aquello que verdaderamente necesitamos para seguir.

La maleta o el contenedor es el símbolo del cambio, pararse y hacer una suerte de testamento.








VESTIGIOS Y FICCIONES 2018 MAD. Antequera











PLUS ULTRA 2018
195x130 cm
óleo/lino








PAISAJE CON MURO BLANCO 2018
óleo/lino
195 x 130 cm 







SAN ANDRÉS 2018
óleo/papel
100 x 70 cm







COTO PRIVADO 2018
óleo/papel
100 x 70 cm






LA CELOSÍA 2018
óleo/papel
100 x 70 cm





EN VESTIGIOS Y FICCIONES, Javier Parrilla (Sevilla, 1975) apuesta por la figuración desde la teatralidad y la ironía, planteando cada obra como un escenario, a partir de dos de los géneros tradicionales de la pintura: el paisaje y el bodegón, en continua convivencia y confusión.

Esta muestra, en el MAD Antequera, invita al espectador a dar rienda suelta a su intuición y a partir de ahí poder comprender esos pequeños detalles del día a día que pasan desapercibidos ante nuestros ojos.

Artista tradicional, fundamentalmente pintor, Parrilla entiende la pintura como un valor en sí, vivo e inestable, un código inagotable para llegar a aquellas cosas que escapan a las demás disciplinas. Todo ello sin pretender contar ninguna historia, sin plantearse cuestiones de moda o actualidad, o ejercicios de trascendencia intelectual, sólo tratando de llegar a algo que no haya visto con anterioridad.

Para el artista la pintura es algo natural, como un juego que se confunde a veces con la vida y donde los intereses, experiencias o afinidades encuentran en este medio su escenario. Influenciado tanto por las figuras históricas como por los pintores ocasionales, aprende de representaciones accidentales de carácter popular o folclórico, en ocasiones relacionadas con otros oficios artísticos.

La pintura además le ofrece mucha libertad, ya que en ella todo sucede de forma inesperada; y en ese recorrido se desvela un lenguaje con una eficacia sorprendente. Lo que un principio pueden llegar a parecer los límites de la superficie pictórica, se convierten en el tema central de la obra, ofreciendo emociones imposibles de gobernar. Trabaja siempre del mismo modo, partiendo de cero, sin proyecto alguno o ideas cerradas sobre referencias culturales.

Esto le lleva a construir a la inversa, sin métodos, obligándole a tener que resolver más incógnitas. Se trata de pintar por pintar, desde un punto de vista primitivo, abandonando los discursos y que éstos se creen solos en el proceso de trabajo, dejando que la pintura en sí domine el lenguaje. “Como ocurre en el flamenco, la pintura tiene pellizco, eso es lo que te atrapa”, comenta Parrilla, un género que discurre en paralelo con su visión de la pintura, en el sentido de universo mágico, complejo, y lleno de misterio y exotismo.

Desde hace varios años, o quizás desde siempre, su trabajo se ha centrado en una reconstrucción de la naturaleza desde la memoria y la pintura, como resumen de un proceso de colección de experiencias, de imágenes fetiches, objetos y esquemas gráficos. Sus obras son como vanitas barrocas y poseen una carga simbólica. Piezas de pequeño y gran formato en óleo sobre papel y algunas telas. Figuras piramidales, triángulos, espejos y arquitecturas que completan una iconografía personal asociada al entorno y a la reflexión.

En definitiva, podemos remarcar que el artista intenta liberar al espectador del escollo que supone tener que encontrar siempre una explicación a todo aquello a lo que se enfrenta; y en este nivel de incertidumbre es donde quizás su pintura se siente más cómoda, donde encuentra su sitio; como “Vestigios” o las huellas que permanecen, y “Ficciones” o acontecimientos que forman parte de un mundo imaginario.


FERNANDO FRANCÉS
DIRECTOR DEL MAD. ANTEQUERA










Pintar de memoria

la sorpresa que debieron experimentar los contemporáneos a Masaccio
fue ciertamente similar a la nuestra ante los cuadros de Braque o Picasso
P. FRANCASTEL




RECREAR escenas organizadas simbólicamente siempre ha articulado mi forma de entender el espacio pictórico. Me interesa la idea de construir una realidad ajena a la imitación del natural, crear imágenes sin ninguna o muy escasa servidumbre de referentes fotográficos. Un proceso a través del cual estructuro la investigación y el ejercicio de jugar con recuerdos, hallazgos fortuitos o construcciones conscientes.

En un acto de reconstruir mi propio ideario, mi pintura habla de pintura, de cómo surge la posibilidad de representar el cuadro dentro dentro del cuadro, formas retóricas como ventanas, espejos o marcos, brotan de manera espontánea, siendo más que recursos parte de mi lenguaje, como una necesidad de reflexionar sobre los límites de la propia pintura y suponiendo una forma de tomar distancia con lo representado.

Me interesa situar en un tiempo y lugar indeterminados los elementos simbólicos que aparecen, y asociarlos así, en una especie de representación escenográfica, donde los géneros tradicionales se mezclan, resultando formas, en cierto modo enigmáticas, que muestran lo que podría ser un retrato, que a la vez es un bodegón o un paisaje.

Abordo como tema central la propia pintura, confiando en su cariz inagotable, y su capacidad de absorber nuestros intereses personales, para ofrecer visiones nuevas, generar pensamiento y emoción. El eterno dilema intelectual que supone intentar definir la pintura que perseguimos, siempre es una construcción más o menos interesada, que nos coloca en un lugar de confort.

Cuando la pintura es un hecho que sucede, una suerte de ritual o ceremonia, que olvida en su ejercicio cualquier deseo de transcendencia intelectual genera una paradoja entre la cultura asumida, nuestros intereses y lo que el propio proceso va desvelando. Se produce entonces un desorden, un viaje o peregrinación, en el que no hay lugar a la certeza, convirtiéndose en una búsqueda de sensaciones.

La razón intenta establecer estructuras y poner orden en ese caos. Inevitablemente, la cotidianidad, el conocimiento de la historia y la tradición pictórica, se intentan aliar con el misterio de lo que sucede en la pintura de un modo primitivo. Podríamos decir que las obsesiones, tanto formales, como de concepto, terminan por instalarse, se hacen evidentes y aparecen. Es entonces cuando la pintura se convierte en un lenguaje.

La realidad sitúa mi pintura en el contexto actual, un escenario efervescente que respiramos y nos alimenta inconscientemente, donde la imagen ha perdido su valor simbólico y se caracteriza por ser pasajera. Mi cultura visual es más cercana a la visión privilegiada y el hallazgo formal, y esa lectura más reflexiva de lenguajes universales, a veces cultos y a veces de naturaleza popular, cargados de información.

La búsqueda individual, irremediablemente no es ajena al contexto. El territorio y la tradición, el momento histórico, la llamada sociedad de la información, te ubican en una frontera entre lo local y lo universal, que lejos de ser un conflicto, se manifiesta como un regalo.

Ideológicamente ser un romántico es una opción que nunca me ha disgustado. Encuentro, de un lado, opción de disfrute en la búsqueda constante y el misterio de las emociones, y por otro, interés y firmeza en ese intento de descubrir el mundo y sus límites, desde lo natural a lo construido, la mirada al mundo clásico, las religiones y sus diferentes revisiones históricas. Posiblemente una confrontación que se da porque en contraste, también soy hijo de la ilustración y ambas visiones son una constante que compiten en el mismo escenario de lo que podríamos llamar mis intereses culturales.

Javier Parrilla 2018








In ictu oculi 2017




https://www.google.com/url?sa=i&url=http%3A%2F%2Flatamuda.com%2Fjavier-parrilla-inaugura-la-muestra-in-ictu-oculi-la-galeria-la-caja-china&psig=AOvVaw3kCA9JeUyjsgRM8dTvoqt4&ust=1583844155710000&source=images&cd=vfe&ved=0CA0QjhxqFwoTCMjAnba1jegCFQAAAAAdAAAAABAD

La escena (in ictu oculi) 2017
óleo/papel
56 x 38 cm






In illo tempore

“La modernidad es un aligeramiento de la individualidad.”
Paul Klee



Confiar en la intuición como ejercicio de lectura monologada es, en efecto, una forma de catarsis a la que se puede llegar mediante la pintura, y esto acrecienta su valor de apéndice cuando el ideario estético del artista tiene implícito una alta dosis de esoterismo.

En la exposición In ictu oculi, Javier Parrilla (Sevilla, 1975) establece equivalencias ulteriores a su proceso de trabajo cuyo sentido exterior no es más que un velo que debe ser inquirido por quienes tengan deseo de atravesarlo.

Desmembrando contenidos, resulta de interés comenzar con el título de la exposición que, compartido con la famosa pintura de jeroglífico de las postrimerías, nos abre un abanico de posibilidades interpretativas y nos invita a pensar acerca de cómo la apelación a las doctrinantes vanitas de la mano de un sensualista es, en consecuencia, una paradoja formal.

No hay decadencia, ni senescencia, ni memento mori, pero sí el sabor de recreo entre el hastío de los libros sapienciales y el positivismo epicúreo hacia las sociedades secretas de elevación humanista, ambos asuntos, históricamente asociados.

Lo mundano, hacia lo existencial es una cuestión de vanguardia en todos los momentos de luz y todos los contextos, y así, enfocar desde el imaginario del propio artista en sus aspectos personales, estéticos y metafísicos dan lugar a una materialización de una gnosis personal, un florecimiento del Yo como resultado de un ejercicio de dificultosa peregrinación por el propio subconsciente.

Conversando con Parrilla determinamos uno de los mayores cambios en su obra. Las cosas se han vuelto simétricas y el centro de las composiciones ha adquirido, de forma fortuita, un papel primordial. Esto se configura como una especie de altar cargado de simbología no premeditada que establece códigos comunicativos con sus afines.

Lo primitivo en la obra de este artista se refiere a lo atemporal y se traduce como una forma de comunicación cifrada aunque de interpretación libre, espiritualmente universal e independiente del contexto o el significado que se le otorgue.

La conexión entre los elementos representados en las obras actúa como fuerzas que establecen creencias. Figuras piramidales, triángulos, arquitecturas y espejos y el “picture in picture” configuran una iconografía personal que va vinculada al contexto, al pensamiento y la idiosincrasia, repleta de analogías. Ceremoniales místicos personales y fortuitos que culminan con la creencia en la visión privilegiada, lo que nos lleva a reflexionar sobre la otra cara de la moneda: el placer de pintar por pintar como intención primigenia de cada obra.

A juzgar por los lenguajes que convergen, esta exposición es casi un ejercicio de psicoanálisis, una cábala o purga de clausura o apertura de una etapa. Novalis definía el cuento como una especie de sueño o conjunto de cosas e incidentes maravillosos, de forma que, por definición idónea, inicio In illo tempore -Érase una vez- como pretexto para reunir las numerosas correspondencias probables que al adentrarse en la exposición adquieren pleno sentido.


Patricia Bueno del Río

Noviembre 2017









El muro rojo 2017
óleo/papel
100 x 70 cm







El espejo  2017
óleo/papel
100x 70 cm





El biombo  2017
óleo/papel
100x 70 cm






El arrepentimiento  2017
óleo/papel
100x 70 cm









Bandera y banderín 2017
óleo/papel
100 x 70 cm





Babel 2017
óleo/papel
100 x 70 cm








Tropical 2017
óleo/papel
100 x 70 cm






Templo-calvario 2017
óleo/papel
100 x 70 cm







El tímpano 2017
óleo/lino
88 x 115,5 cm






El ejercicio 2017
óleo/lino
146 x 114 cm







Reconstrucción  2017
rotulador/papel
35 x 25,5 cm






La excusa 2017
óleo/madera
34 x 24 cm









El muro y la noche 2017
óleo/lino y algodón
62 x 46 cm y 34,6 x 26,5 cm